(Tomado
de Política: teoría y acción, Año 11, No. 129, dic., 1980. En las fotos: Juan
Bosch, 2) Bosch acompañado de Diómedes Núñez Polanco, Freddy Beras Goico y José
Rafael Lantigua, actual Secretario de Cultura, 3) Portada de "Composición
Social Dominicana)
Francis Fukuyama, hijo de japoneses pero nacido en Estados Unidos,
escribió hace poco tiempo un artículo que tituló El final de la historia con el
cual promovió respuestas generalmente condenatorias de la tesis que exponía
bajo ese título porque a juicio de los autores de esas respuestas la historia
no tiene ni tendrá fin debido a que el nombre de historia se les da a los
relatos de los acontecimientos que son o fueron importantes, aun de aquellos en
cuyos orígenes o desarrollo no hayan tenido que ver los seres humanos pero han
causado mortandades y destrucciones importantes.
Por ejemplo, para los
dominicanos el terremoto que destruyó La Vega hace cuatro siglos fue un hecho
histórico y debido a que lo fue figura en la historia de nuestro país, pero
también lo fue, y sigue siéndolo, la muerte de Ulises Heureaux, acontecimiento
en el que la víctima fue sólo una persona, y por cierto una persona que no
murió en una batalla ni fue victimado por un grupo de enemigos suyos sino por
un hombre, uno nada más, cuyo nombre nadie conocía fuera de Moca, la ciudad
donde le tocó a Heureaux morir.
El artículo de Francis Fukuyama no tuvo una acogida buena; de los que
lo comentaron, la mayoría opinó que El final de la historia estaba mal concebido
y, desde luego, mal titulado, porque mientras haya acontecimientos que tengan
importancia para los pobladores de la Tierra habrá hombres y mujeres que los
relatarán, y la historia es el relato de un hecho, o de cien hechos, capaces de
llamar la atención de los seres humanos, sean éstos muchos, pocos o uno solo.
Para esas personas, la historia tendrá fin cuando no aparezca en todo el mundo
un ser humano capaz de escribir o contar de palabra los pormenores de un
suceso, grande, mediano o minúsculo, que llamara la atención de otra gente.
Los hechos históricos son de índole y categoría muy variadas porque
perduran en el conocimiento de los hombres sin tomar en cuenta si se trata de
actividades positivas o negativas, morales o inmorales. Podemos comparar el
caso de la muerte de Ulises Heureaux, conocido sólo de los dominicanos, con el
asesinato de Julio César, que no fue un hecho moral ni produjo beneficios para
Roma o para lo romanos, y ni siquiera para el autor de esa muerte; sin embargo
fue un hecho histórico de categoría mundial porque ha perdurado en el
conocimiento de millones y millones de seres humanos a través de varios siglos.
Lo mismo puede decirse de los hechos en que participaron en papeles de
protagonistas personajes como Jesús, Lutero, Mahoma, Juana de Arco, Napoleón,
Bolívar, Washington; acontecimientos como el descubrimiento de América, las
revoluciones norteamericana, francesa, rusa; la Primera y la Segunda Guerras
Mundiales.
Hay hechos históricos que no tienen la menor relación con sucesos políticos
como fueron los que encabezaron Napoleón Bonaparte, Alejandro Magno o Abraham
Lincoln. Esos hechos son los descubrimientos científicos como los de Galileo y
Newton, o para referirme a casos más cercanos, como los de Pasteur y Fleming,
cuyas aportaciones a la Medicina han resultado en la salvación de la vida de
millones de seres humanos.
Pero también han sido hechos históricos las
creaciones de tipo cultural, tanto las literarias como El ingenioso hidalgo Don
Quijote de la Mancha o Cien años de soledad o de esculturas como la Venus de
Milo, y de música como el Réquiem de Mozart.
Los hechos o acontecimientos históricos se diferencian de los
corrientes o usuales en su perdurabilidad, palabra que significa larga
duración, y en su caso, perduran durante siglos y siglos en la memoria de la
humanidad o de un pueblo, o dicho de otra manera, los hechos históricos son
aquellos que no se pierden en el olvido de las generaciones que han heredado su
conocimiento.
Hay casos en que no se sabe quiénes hicieron tal obra, y se trata de
obras que fueron ejecutadas en tiempos tan lejanos como el que corresponde a la
prehistoria, es decir, a los tiempos en que no podía haber historia porque no
se conocía la manera de transmitir a generaciones humanas futuras la descripción
de los hechos que iban sucediendo. Por esa razón se llama prehistoria a la suma
de los acontecimientos que sucedieron en el mundo antes de que los seres
humanos pudieran elaborar documentos históricos, esto es, documentos en los que
se describieron acontecimientos importantes que habían sido escritos por
personas que participaron en ellos o que los conocieron en todos sus aspectos.
Tomando en cuenta que los primeros homínidos o grupos ancestrales de
la familia biológica del hombre actual datan de una época cuya edad se remonta
a los cuatro o cinco millones de años, podemos afirmar que la prehistoria duró
varios millones de años. Según las autoridades de la materia el paleolítico fue
la primera época, no de la historia sino de la prehistoria, y duró por lo menos
un millón de años, y al paleolítico le siguió el mesolítico (que va de los 12
mil a los 10 mil años antes de Cristo). Del paleolítico se dice que lo más
lejos que llegó el hombre en esa etapa de la prehistoria fue a dominar el
simple tallado de la piedra, como lo hacían los indios arcaicos (pre taínos) de
nuestra isla que percutiendo y presionando piedras unas contra otras construían
rústicos instrumentos que utilizaban para variados fines.
Si es cierto que los indígenas del paleolítico de Quisqueya (3 mil a 4
mil años antes de Cristo) estaban tan atrasados, en lo que hoy es la provincia
española de Santander se desarrolló desde mucho tiempo atrás la cultura
magdaleniense (35 mil a 20 mil años antes de nuestra era), que dejó en las
paredes de piedra de las cuevas de Altamira nada menos que 150 pinturas de
animales, algunas de hasta 162 metros cuadrados, todas hechas con colores rojo,
negro y violeta, y necesariamente, los que hicieron esas pinturas tuvieron que
crear el material pictórico y algo parecido a las brochas que se usan en la
actividad de pintar, y además debieron hacer algo parecido a escaleras o
tuvieron que picar las paredes de las cuevas para subir hasta los sitios donde
harían las pinturas.
A pesar de lo que acaba de leer el lector, las pinturas rupestres de
las cuevas de Altamira ni ninguna hecha en su época es o ha sido hecho
histórico. Para que alcance la categoría de histórico un hecho o acontecimiento
tiene que ser conocido universal o nacionalmente, lo cual no significa que debe
ser aprobado en todo el mundo, en una gran parte del mundo o en el país donde
se produjo.
Los hechos que produjo Napoleón Bonaparte fueron aprobados por sus
partidarios y rechazados por sus adversarios y enemigos, pero el conjunto de
esos hechos fueron históricos y siguen siéndolo, porque jugaron un papel de
suma importancia en la historia de Francia y en la de muchos otros países.
Ahora bien, el personaje que ejecuta hechos históricos se convierte en
una figura histórica. Ese es el caso de Juan Pablo Duarte, que no participó en
ninguna de las batallas que se llevaron a cabo para fundar el Estado que él
bautizó de antemano con el nombre de República Dominicana, y sin embargo otros
que dedicaron la mayor parte de su vida a hacer la guerra, como sucedió en los casos
de Demetrio Rodríguez y Desiderio Arias, para mencionar sólo dos, no llegaron a
ser personajes históricos a pesar de que algunos de ellos fueron agasajados con
música y letra de merengues.
En cuanto a Francis Fukuyama y su artículo El final de la historia no
creo que sea necesario refutar lo que dijo. El hombre tiene memoria y sin ella
la vida humana sería muy diferente de lo que es. Para el conjunto llamado
humanidad su memoria es la historia, y la necesita a tal extremo que la inventa
en el género literario llamado novela, y Francis Fukuyama no es historiador
pero tampoco es novelista. Santo Domingo, D. N. 5 de septiembre de 1990.
Publicadas por Alejandro Paulino R.
Etiquetas: Historia dominicana, historiadores, Juan Bosch
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