martes, 1 de mayo de 2012

Los escritos de Máximo Gómez

Marta Denis Valle *

La Habana (PL) El joven dominicano Máximo Gómez radicalizó su pensamiento al unirse en 1868 a la causa de la independencia cubana y puso en la mira la defensa de todo pueblo hermano.

La experiencia militar, y una rara destreza al escribir tras cada combate, hacen de los Diarios de Campaña de Gómez (1868-1899) fuente segura no solo para el estudio de la Historia de Cuba, sino también de la vida, sentimientos y ética de quien es considerado el mejor general anticolonialista de finales del siglo XIX americano.

Se trata de anotaciones breves y un admirable poder de síntesis en alguien de escasos estudios elementales, al entrar voluntario a las filas del ejército en su país natal, aún adolescente, en acciones militares contra la invasión haitiana.

Luego alcanzó el grado de comandante de caballería de las reservas dominicanas del ejército español y, con esas fuerzas evacuadas, llegó en 1865 a Cuba, donde pidió su licenciamiento, estableciéndose en El Dátil, jurisdicción de Bayamo.

En suelo cubano conoció el régimen esclavista y, según dice en notas autobiográficas (20 de octubre de 1894), "muy pronto me sentí yo adherido al ser que más sufría en Cuba... el negro esclavo... y realmente supe que era capaz de amar a los hombres".

A pesar de cierta desconfianza por su antecedente al servicio de España, comenzó a conspirar junto a los cubanos "...enamorado de aquel ideal generoso y noble" y "soñaba con Bolívar, San Martín, Robespierre, Garibaldi y toda esa gente loca y guapa, pero soñaba despierto." 

Las primeras anotaciones del futuro Diario de Campaña abarcan desde enero de 1868 al 27 de febrero de 1878, es decir, el momento en que se une a los conspiradores independentistas hasta los preparativos de su partida hacia Jamaica, tras la firma del Pacto del Zanjón.

El 18 de febrero de 1878 se había despedido de su mejor alumno, el mayor general Antonio Maceo, quien no aceptaba la paz sin independencia, y al siguiente día de la familia de éste, guiado por otro de sus discípulos, José Maceo.

"Fue una de esas noches tristes para mi metido entre todas aquellas mujeres tan patriotas, compañeras de nosotros en las montañas durante esa terrible lucha de diez años, en donde tanto habíamos sufrido".

El 21 de diciembre de 1877 había anotado:"21, día terrible para mi, mi corazón se destroza de dolor pues tengo que separarme de mi esposa y mis hijos, haciendo que se presenten a los españoles para ver si logran embarcarse para Jamaica y allí reunirse con mis hermanas, mientras yo quedo aquí cumpliendo lo decretado por fatal destino".

"El mismo día huyendo de esta zona, como queriendo huir de recuerdos que llevo en el alma, me dirijo rumbo a Carrasquilla. Hay dolores que se sienten pero no se pueden explicar".

Día 31, último del 77 -escribe más adelante-, se concluye el año, uno de los más funestos para la revolución de Cuba... además de la terrible campaña del general español Martínez Campos, los cubanos divididos y en desacuerdo han impreso un sello de debilidad y decadencia a la revolución que será muy difícil encarrilarlo por una vía segura a su triunfo.

Gómez, no obstante, siguió con Cuba en su corazón y pensamiento, como puede leerse en la Epoca segunda de su Diario (1 de marzo de 1878 - 1 de enero de 1884). El 11 de marzo de 1878 llega a Kingston, Jamaica; allí encuentra a su esposa e hijos, "en la más espantosa miseria", señala. "Mi situación es tristísima, no cuento aquí con ningún amigo y antes por el contrario, la emigración cubana residente me acusa de que yo soy el causante del Convenio del Zanjón...".

A Gómez se le ocurre escribir un folleto; de día trabaja con el hacha y el machete, de noche escribe pero no tiene siquiera para el papel.

Su familia pasa hambre y sufre enfermedades: "nos estamos manteniendo casi con mangos".

El 22 de abril de 1878 escribió una carta a Juan Bellido de Luna, director de La Independencia (Nueva York), solicitándole la publicación de un relato de los últimos sucesos de Cuba, el cual fue insertado en ese periódico entre septiembre y diciembre de 1878.

Le dice que ha tenido la fortuna de conservar los apuntes desde que comenzó a conspirar en Bayamo, donde tiene anotados la mayor parte de los acontecimientos más importantes ocurridos, pero se limitará a lo que atañe a su persona.

"...lo que voy a decir no lo sé por referencia, sino que lo he visto, lo he oído y lo he tocado".

Empieza la narración en julio de 1871, para que puedan conocer mejor las causas de tal efecto, y "pueda otro con más inteligencia señalar en que hora funesta y desgraciada comenzó el engendro del abrazo del Zanjón", agrega.

A quien dio todo por su segunda patria le resulta insoportable cargar con una culpa, si la hubo, no suya, y con mucho sacrificio publicó en 1878 el folleto "Convenio del Zanjón. Relato de los últimos sucesos en Cuba", en el cual narra las causas que originaron el Pacto del Zanjón.

El texto amplía un trabajo anterior de finales de 1876, titulado Grandezas y miserias de la invasión de Las Villas, que no dio a conocer entonces por recomendación de un amigo pues, según él, podía hacerle algún daño a la revolución porque Cuba no estaba para verdades.

Resulta el primer documento escrito sobre el Zanjón por uno de los protagonistas de la primera gesta independentista cubana, de notable importancia para los estudios historiográficos de ese proceso.

Los trazos primarios del guerrero que quiso atrapar sus vivencias, y una prodigiosa memoria, sirvieron para recrear con maestría de escritor sin serlo, algunos de sus trabajos más célebres: El héroe de Palo Seco (1882) y El viejo Eduá o mi último asistente (1892).

No menos impresionante fue su amplio manejo epistolar, ya sean cartas a compañeros de armas, personalidades de la época y familiares.

Sirven de ejemplo Páginas dedicadas a su hija Clemencia (1881) y las cartas a su esposa Bernarda Toro (27 de julio de 1896) y a María Cabrales, la viuda de Antonio Maceo (primero de enero de 1897).

En ellas revela a Clemencia los sentimientos y ética del joven Gómez, a Bernarda cuenta la odisea del general José Maceo y pide a María llorar por ambos las muertes de Antonio y de su hijo Panchito (Francisco) Gómez Toro, juntos caídos en combate el 7 de diciembre de 1896.

General en Jefe del Ejército Libertador (1895-1898), Gómez peleó en la primera y la última guerra por la independencia de Cuba; fue reconocido cubano por nacimiento aunque había nacido en Baní, República Dominicana, en 1836; falleció el 17 de junio de 1905, en su domicilio habanero.

De la última guerra independista expresó sus sentimientos en Mi escolta... "los que se sacrificaron por la Patria han de aparecer cada día más grandes y dignos de la apoteosis humana. ¡Ea, pues, compañeros: O junto con Ricaurte, o al lado de Bolívar y San Martín!".

Gómez profetiza que "la independencia de Cuba será un suceso de trascendencia tanta para el mundo, que no habrá una sola porción de Europa y América que pueda sustraerse a su influencia bienhechora".

Uno de sus últimos escritos dedicó a su amigo puertorriqueño Eugenio María de Hostos (El Mundo, La Habana, 5 de septiembre de 1903), de quien dice: escogió mi patria para soportar las amarguras de su destierro y allí labró su tumba.

*Historiadora, periodista y colaboradora de Prensa Latina.



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