lunes, 23 de abril de 2012

1965, 15 de junio, un día en la Guerra Patria de abril (1)

  El ataque se inició cerca del medio día empezaron a replegarse a eso de las cinco, pero continuaron el hostigamiento con morteros, bengalas y balas incendiarias hasta bien entrada la mañana del día 16. 

  El Alto mando de las tropas interventoras había dicho que tomaría ciudad nueva en dos horas, pero 48 horas después tuvieron que retirarse, sin poner sus asquerosas botas en el enclave constitucionalista. 


  A eso de las once y media de la mañana del 14 de junio arribaron a la esquina del parque Independencia y calle Mercedes el Secretario de Guerra y jefe de los Hombres Ranas y el Jefe de Operaciones de las fuerzas constitucionalistas; Coroneles Manuel Ramón Montes Arache y Héctor Lachapelle Díaz, respectivamente. De inmediato se acercaron a la esquina Julio Verne con mercedes para inspeccionar, sin que las tropas intervencionistas de Brasil, apostadas en el Palacio Nacional los divisaran. 

  Luís Manuel Náu, estaba en su servicio de Sargento de Guardia en el comando Manolo Tavárez, que me honra haber comandado con Ninisa (Brígida García) sub.-comandante, Ángel Ogando, 1er. Tte. PN, oficial ejecutivo, Máximo, mi hermano (16, años) Frank Moya y Manolo Almonte, oficiales, otros 68 hombres entre clases y soldados completaban la matrícula del comando. La mayoría de ellos habían combatido en la Zona Norte de la ciudad capital donde el último combate con las Fuerzas del CEFA (Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas) duró 18 días, mañana tarde y noche al mando de los comandantes coronel, EN, Luís Arias Collado, asesinado por los sicarios del CEFA al final de la guerra y por el mayor, FAD José Rafael Luna Cabrera. 



Montes Arache, ordenó al Rana Santiago buscar al sargento de guardia del comando que ocupaba la segunda planta del Centro Sirio Libanés, Cuando Náu se presentó ante él le ordenó llamar a su comandante. Yo estaba inspeccionando la comida de los combatientes cuando el joven y aguerrido soldado (Naut), muerto durante los 10 años por los incontrolables de Balaguer, entro con la velocidad de un rayo y me dijo comandante, el secretario de la guerra lo espera en la esquina. 

De inmediato bajé dejando a Ogando al frente del orden del almuerzo de los combatientes y me fui a atender el llamado de Montes Arache, me dio órdenes precisas para operar en el momento adecuado de acuerdo a sus instrucciones anteriores, la poderosa carga de dinamita enterrada en la esquina Julio Verne y Mercedes y cuyos dispositivos de conexión estaban en el balcón del Centro Sirio Libanés bajo nuestra custodia. 

Además ordenó evacuar una avanzada del comando de Baby Mejía, alojada en una logia contigua al jardín de la residencia de la familia Corripio, ambas bajo mi vigilancia, recomendando que esta fuera desalojada porque sería derribada o cuando menos dañada severamente en caso de detonar las dinamitas para impedir el paso de las tropas interventoras. 

Es la única veces que he visto a Montes Arache con el rostro adusto, en señal de preocupación, hasta en medio de combates lo había visto reír como en el caso del combate al día siguiente (15 de junio) en la calle Ravelo y Enriquillo, frente a las tropas interventoras estadounidenses. 



Para todos los soldados era un aliciente estar al lado de Montes, egregio militar que trataba a los subalternos como si fueran sus hermanos, o sus mejores amigos; como de hecho lo éramos. Francis era igual, como todos los altos oficiales constitucionalistas. Los soldados constitucionalistas no conocimos el rigor del jefe militar, sino la afabilidad de un compañero con la responsabilidad de dirigir. 



  Durante la tarde de ese 14 de junio permanecí pensando que el bizarro combatiente esperaba un ataque de las tropas enemigas y así fue, en la mañana del 15, tras una breve reunión con Caamaño, Montes ordenó a todos los comandantes ocupar las posiciones de avance que había ordenado y a eso de las 11 pasó frente al comando el mayor Calderón, fiero combatiente y sin detener la marcha del vehículo me ordenó ocupe su posición de combate. 

  Subí al comando y ordené a Quiquito Medina, artillero dotado de la única Bazooka con que contábamos en Ciudad Nueva, avanzar por la Juan Isidro Pérez a la retaguardia de los comandos, San Antón y la Atarazana, con él avanzaron en una camioneta Niniza, Máximo, Fabián Pérez y el ayudante de Quiquito a quien el desde el principio en la zona norte le llamó Colita y solo así lo conocíamos. 

  Andrés Rivier del cuerpo de hombres Ranas al mando de Montes Arache, con el teniente Quezada y otros efectivos Ranas, Many y Mundito Espinal con sus hombres de la juventud del PRD, avanzaron desde la Atarazana; distribuyendo las tropas desde la Ceiba de Colón, bordeando a Santa Bárbara Hasta la Meriño, por donde avanzaron los Comandantes Fico Orsini, Barahona y Pichirilo. Rivier y sus hombres lo hicieron por la Isabel La Católica, mientras Quezada Mundito y Many avanzaron desde el Solar de la piedra hasta la Seiba de Colón y el camino que baja al llamado embarcadero de Villa Duarte, Rivier Murió en la Isabel La Católica en el primer combate. 

Rvier, fiero combatiente de origen Francés y uno de los entrenadores de los Ranas fue el segundo muerto de la jornada; puesto que, momentos antes había muerto un combatiente de la avanzada del Comando central del MPD (Movimiento Popular Dominicano) que estaba radicado en la Benito González, detrás del comando POASI, (Sindicato de los trabajadores del muelle), entonces ubicado en la Avenida Mella y doctor Betances, fue el comando primero en ser atacado por los interventores yanqui y tuvo que replegarse por la Benito González, para bajar por la Juana Saltitopa a reencontrarse con el enemigo en la esquina avenida Mella. 



Guiguí había avanzado desde la Escuela Argentina hasta el muro Colonial y había logrado contener el avance de los gringos y con la ayuda del comando POASI ahora atrincherado en el Edificio Saglul, apoyados por el fiero ataque del “Artillero” un joven combatiente del Comando San Antón apostado en la esquina de las Avenidas Mella y Duarte; a más de la resistencia de otros frentes en la Meriño y zonas aledañas, nuestras tropas lograron replegar al fuego enemigo. 



Publicadas por Moisés Iturbides

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