Rajini
Vaidyanathan
Kalpana Saroj se inició como modista, ganando menos de US$1 al mes. |
Una mujer india
que nació en el seno de una familia marginada y que trató de suicidarse para
escapar de la discriminación, la pobreza y los abusos físicos, es hoy la
presidenta ejecutiva de una empresa multimillonaria en su país.
La vida de
Kalpana Saroj parece sacada de una película de Bollywood: una narrativa en la
que el personaje central salva numerosos obstáculos para llegar a un final
feliz.
Contenido
relacionadoLa mujer más rica del mundo es australiana
Nacida en una de
las castas más bajas (Saroj pertenecía a los Dalit, el grupo de personas que en
India son consideradas como parias o "intocables"), los demás niños
la molestaban en la escuela.
Su familia la
forzó a casarse a los 12 años. Y aunque más tarde abandonó a su marido, para
hacerlo debió enfrentarse con las presiones sociales.
"Cuando
llegué por primera vez a Bombay, no sabía siquiera a dónde ir. Yo venía de un
pueblito tan pequeño... Hoy, dos calles de la ciudad llevan el nombre de mi
empresa", dice para darnos una idea de cómo ha cambiado su vida.
El sistema de
castas en India es una antigua forma de jerarquía social, que ubica a cada
persona en una categoría según su nacimiento. Aquellos que nacieron en las
castas más bajas son víctimas de la discriminación.
"Algunos
padres de mis amigos no me dejaban entrar a sus casas. Tampoco podía participar
en ciertas actividades que se hacían en la escuela porque era dalit", dice
esta mujer de 52 años de edad.
"Eso me
enojaba mucho", añade.
"Fracaso"Aunque
su padre le dio una educación, las presiones familiares hicieron que se casara
cuando todavía era una niña. Después de la boda se mudó a Bombay con su marido,
10 años mayor que ella. Allí, para su sorpresa, fue a vivir a una pocilga.
Ese no fue el
único problema.
"El hermano
mayor de mi marido y su esposa me maltrataban. Me tiraban del pelo y me
golpeaban por cualquier tontería. Me sentía muy mal por el abuso físico y
verbal", dice.
"El hermano
mayor de mi marido y su esposa me maltrataban. Me tiraban del pelo y me
golpeaban por cualquier tontería. Me sentía muy mal por el abuso físico y
verbal"
Kalpana Saroj
En la cultura
india abandonar al marido está muy mal visto, pero Kalpana logró escapar de
esta relación violenta gracias al apoyo de su padre.
Cuando él la fue
a visitar quedó perplejo al verla demacrada y vestida con harapos, y se la
llevó a su casa.
Los vecinos del
pueblo observaron su regreso con reticencia, considerándola un fracaso.
Saroj trató de
ignorar los comentarios maliciosos y se concentró en buscar trabajo. Aprendió a
coser para ganarse la vida.
Pese a haber
logrado un cierto grado de independencia económica, seguía sintiendo la presión
de los demás.
"Un día
decidí quitarme la vida. Bebí tres botellas de veneno para hormigas",
recuerda.
Saroj se salvó
gracias a su tía que entró en la habitación y la vio en el suelo con la boca
llena de espuma, sacudiéndose incontrolablemente.
Vientos de
cambioEste fue un punto de inflexión para Saroj. "Decidí vivir y hacer
algo grande con mi vida y luego morir", cuenta.
Saroj se destacó
como emprendedora y en 2006 recibió un prestigioso galardón por su trabajo.
Por eso, a los 16
años se mudó a Bombay con su tío y trabajó como modista.
Comenzó ganando
menos de US$1 por mes, pero luego aprendió a manejar las máquinas de coser
industriales y así pudo aumentar sus ingresos.
Sin embargo, lo
que ganaba no era suficiente como para pagar por el tratamiento médico que
podría haber salvado la vida de su hermana enferma.
"Estaba muy
desilusionada y tomé conciencia de que el dinero era importante y que
necesitaba ganar más", dice.
Saroj pidió un
préstamo al gobierno para abrir una tienda de muebles y expandir su negocio de
modista.
Trabajaba 16 horas
por día, algo que todavía hoy sigue haciendo.
Gracias a su
reputación fue convocada para hacerse cargo de una compañía metalúrgica, Kamani
Tubes, que estaba muy endeudada.
"Si pones tu
corazón y tu alma en tu trabajo y no te dejas vencer, puedes lograr cosas"
Kalpana Saroj
Saroj
reestructuró la empresa y la sacó adelante.
"Quería que
se hiciera justicia con la gente que trabajaba ahí. Tenía que salvar a la
compañía. Podía entender lo que le pasaba al personal que necesitaba alimentar
a su familia", recuerda con emoción.
Ahora, Kamani
Tubes es un negocio pujante valuado en más de US$100 millones, en el que
trabajan personas de todas las castas y clases sociales.
Saroj se casó
nuevamente, esta vez un empresario del sector de muebles. Tuvieron dos hijos.
Como mujer y como
dalit, la suya es una historia excepcional en un país en el que casi no hay
directoras ejecutivas con un pasado como el suyo.
"Si pones tu
corazón y tu alma en tu trabajo y no te dejas vencer, puedes lograr
cosas", asegura.
Este es un mantra
que la ha ayudado en los peores momentos de su vida y que todavía sigue, para
ella, teniendo vigencia.
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